"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

jueves, 28 de octubre de 2010

SUMA DE LETRAS (Un cuento colectivo-2ª parte-)


Autora:Letra Z


Osvaldo no tenía muchos amigos, en realidad no tenía ninguno. Para Osvaldo los otros niños eran un poco tontos porque nunca se daban cuenta de nada. A él, sin embargo, le encantaba pasar el tiempo con un gato que merodeaba por el jardín de su casa. Le había llamado “PasteldeCrema” porque era muy blanco, blando y esponjoso.

Un día Osvaldo estaba jugando con “Pasteldecrema” y una niña se acercó y comenzó a acariciar al gatito y a decirle cosas.

- Es mío-dijo Osvaldo- se llama…Pero la niña le interrumpió.

- Adiós, gatito- dijo, y se marchó de allí caminando alegremente.

Osvaldo permaneció quieto un buen rato mirando cómo se alejaba. Y se puso a llorar. Nunca nadie notaba su presencia.

jueves, 21 de octubre de 2010

SUMA DE LETRAS (Un cuento colectivo)




Este mes, las letras vamos a realizar un cuento colectivo. Cada semana una letra añadirá un trozo de relato al que hoy colgaremos aquí... ¡veremos el resultado!

Autor: letra G
Edad: aún no lo sabemos





Osvaldo llevaba más de media hora escondido dentro del armario, calladito calladito para que nadie se enterase de que estaba ahí; para que el susto fuera de muerte.

Cuando estaba a punto de desistir en su intento, escuchó unos pasos que se acercaban hacia su escondite. Por el sonido de los tacones, era sin duda la niñera que querría coger una toalla.

En el momento en que la niñera abrió la puerta, Osvaldo estaba preparado para saltar, con los pulmones llenos de aire para dar el grito más fuerte que pudiera. Y de repente… BUHHHHHHHHHHHHH. No pasó nada. Osvaldo cayó al suelo sin que la niñera lo notase. Nunca nadie notaba su presencia.

“Es lo que tiene ser un fantasma”- pensó mientras se levantaba del suelo, deprimido por una derrota más.







jueves, 14 de octubre de 2010

¡¡¡A jugar!!!


Escrito por Letra E
Todas las edades.



No quería ir al cine a ver Toy Story 3 y menos ponerme esas gafas que te preparan para el 3D (¿Por qué no nos las podemos llevar a casa? Pero si eso no cuesta nada, qué ratas los de los cines…). Pensaba que tenía películas mejores que ver que una de dibujos animados que hablaba de ¡¡¡juguetes!!! Pero si yo ya soy mayor para eso…

Allí aparecí, en la cola de los cines y pagando once euritos; ya podía disfrutar de la peli, que si no… Me senté en mi butaca y comenzó la película.
Al rato se encendieron las luces y la peli se terminó, increíblemente había pasado más de hora y media con esas gafas y no me había dado cuenta. Al salir a la calle me entraron unas ganas locas de jugar; sí, de jugar. Porque la película nos dice que hay que jugar más, tengamos la edad que tengamos, con nuestros juguetes o con lo que sea, pero JUGAR.
Así que aquí en este blog, lo primero que voy a recomendar es que juguéis. Con vuestros hermanos, primos, vecinos, hijos, padres, madres, amigos, etc. Que todos los días saquéis un hueco para jugar a algo que no tenga que ver con una máquina y que juguéis sin competir. También a los adultos que lean este comentario: ¿No podéis sacar 15 minutos para jugar? Seguro que sí y además os va a alargar la vida, seguro.
Y después de jugar, podemos leer un libro o ir al cine a ver Toy Story 3.

jueves, 7 de octubre de 2010

LA TORMENTA



Edad: A partir de 8 años
Letra GR



Era una nube blanca, esponjosa y divertida. Una de esas nubes en las que uno se fija si mira al cielo. Sus mejores amigos eran la suave brisa y el atolondrado viento. Le gustaba que le soplaran y dejarse llevar. Pero prefería jugar con la brisa porque era un poco más delicada que el viento. Tú déjate hacer, le decía al soplar, que te voy a disfrazar. Y sus soplidos le hacían tantas cosquillas que no podía dejar de reír mientras volaba por el cielo tratando de esquivarla. Unas veces la disfrazaba de pierna escayolada, o de mano con guante. A veces era una sirena, y otras una princesa sin piernas. Era de lo más divertido. La brisa era tan delicada que parecía que la besara o le acariciara los pies, como si sus soplidos, cálidos y tiernos, la descompusiera de cariño. El viento era otra cosa, un poco brutote, soplaba tan fuerte que a veces la deshacía.
-Me haces daño -le gritaba ella-, y él se disculpaba avergonzado. Porque el viento no sabía medir sus fuerzas-. No ves que me desbaratas y luego me tengo que pasar el día recomponiéndome.
Y es que se quedaban desperdigados trozos de ella flotando por el aire. Unas veces sus trozos se convertían a su vez en delfín o escarabajo, y le costaba muchísimo convencerlos para que volvieran a unirse a ella. Aunque en el fondo, no le importaba demasiado porque sabía que lo normal era cambiar, estaba en su naturaleza. No solo lo aceptaba, sino que se dejaba llevar con ilusión. Flotaba por el cielo ingrávida, sin aferrarse a nada. Feliz.
Nube negra era otra cosa. Llegó a Nubolandia una tarde de septiembre. Malhumorada y comilona, lo que más le gustaba en el mundo era beber. Bebía de los ríos y de los mares, de los arroyos y de los lagos. Bebía y bebía con una pajita dorada, pero nunca dejaba caer ni una sola gota de agua sobre una flor sedienta, ni sobre un campo seco.
-Es una avariciosa, glotona y pendenciera –le contó la brisa a nube blanca.
-Aquí la que manda soy yo- dijo nube negra el primer día que llegó a los páramos de Nubolandia. Y todos comprendieron que no tendría más remedio que ser así porque sus amigos eran el rayo, el trueno, los tornados y los huracanes.
Ya desde el principio se pavoneo orgullosa delante de nube blanca. Pero ella no le hizo caso, continuaba bailando con sus amigos la danza de la transformación. Eso hizo que nube negra se sintiera superflua y se enfadara. Alimento su rabia día a día. Y así fue como se volvió más negra, más gorda, mas enfurecida, mucho más odiosa.
Una tarde se acercó a nube blanca que permanecía quieta y le preguntó:
-¿Se puede saber qué haces?
-Tapando un agujero del cielo hasta que alguien venga a coserlo.
-Y a ti que te va y que te vienen los agujeros del cielo.
–Es para que pueda salir el sol.
-No te servirá de nada, nube imbécil, porque haré otros. No podrás tapar tantos agujeros como pienso hacer.
-Déjame en paz.
- Pues nada más que por eso haré que pierdas hasta la última gota de agua que hayas bebido. No podrás tapar más agujeros, y tú y ese sol amigo tuyo, vais a saber quién soy yo.
-Pediré ayuda a la brisa, y al viento –gritó nube blanca.
-No me hagas reír. Ni esa brisa de pacotilla, ni ese viento escuchimizado podrán contra mí. Prepárate para la lucha porque te mataré.
Nube blanca llamó a sus amigos y se libró una batalla en el cielo. Todas las nubes acudieron; las blancas y las grises, las pequeñas y las gordas, los cirros y los cúmulos.
-Te venceremos vieja nube negra.
-Ja, ja, ja
Y su risa se mezcló con la del trueno. Nunca sabía nube blanca dónde estaba el trueno porque sonaba aquí y allá, y se reflejaba allá y aquí. El huracán la empujó, y el rayo la intentó deshacer. Esta vez no era transformación, era su muerte. Sus trozos se desparramaban y empezó a soltar un agua suave y limpia; un agua de la que bebieron las flores y los campos secos.
-Debamos ayudar a nube blanca, se está desaguando- dijo la brisa- Hay que mantenerla con vida.
-Distrae al huracán que yo arrastraré al rayo –gritó el viento.
La batalla ya parecía estar ganada por nube negra cuando el viento logró empujar al rayo hasta el pararrayos de la ermita. Con un fuerte grito y un gran chispazo se desvaneció. Nube negra se asustó, lo suficiente para que el viento y la brisa, aprovechando su desconcierto, la empujaran con tanta fuerza que empezó a desaguar. Era tanta el agua que contenía, tan gorda estaba, que los campos se anegaron. Y el huracán al verla tan vencida, tan delgada y ojerosa, se aturulló.
-¿Qué voy a hacer yo sin nube negra? ¿Que huracán que se precie podría luchar sin ella?
-Dónde encontraré otra nube para descargar mi furia –gritó el tornado.
-No tengo rayo, ni nube negra, ni nada por el estilo, así que me marcho -dijo el trueno.
Y mientras nube negra se deshacía en un llanto oscuro, nube blanca tapó los agujeros del cielo para que pudiera salir el sol.
Y el sol, agradecido, le impuso la máxima condecoración que una nube valiente pueda ostentar; una diadema de brillantes que reflejaba mil colores y que se llamaba arco iris.
Desde entonces siempre que se vence a una tormenta, nube blanca sale contenta subida a una carroza y ostentando su condecoración, acompañada, eso sí, de la suave brisa y del atolondrado viento.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tan distinta pero tan igual a mí

Autor: Letra A
De: 12 a 100 años

Yo no vi la cara de mi hija nada más nacer ni sentí su cuerpo tibio junto al mío sudoroso.
No tuve ningún síntoma físico que delatara mi embarazo, ni sentí como mi cuerpo se transformaba para albergar al de mi hijo.
Mi hija nunca estuvo en mi vientre, estuvo en mi corazón durante los más de dos años que duró el proceso de su adopción.
Es difícil expresar en unas líneas la montaña rusa emocional que se vive durante una adopción. Como pasas de la tristeza a la euforia en menos de un minuto. Los largos trámites en la administración para conseguir la idoneidad que dejan tu vida al descubierto. La larga espera, el sentir que muy lejos de ti habrá un niño que será tu hijo, al que no puedes ver, ni abrazar, ni darle todo el amor que sientes ya por él aún sin conocerle.
Cuantas veces imaginando su carita tan distinta a ti y soñando cada día con el momento de tenerlo en mis brazos.
Durante mucho tiempo su cuarto estuvo vacío y todas y cada una de las noches mientras lo esperé me asomaba a su puerta tratando de imaginar sus risas, acunando sus sueños a miles de kilómetros .
Por eso, cuando recibimos la ansiada llamada para anunciarnos que nuestra hija de 7 meses nos esperaba en Etiopía y vimos su foto, la felicidad fue inmensa y cada minuto acaricié su rostro, su cuerpo, porque necesitaba aprenderlo y hacerlo mío.
Aquel día de mayo que salí de casa fue consciente de que ese viaje cambiaría mi vida y que al volver a seríamos por fin una familia y ya nada podría separarnos.
Llegamos a Etiopía a las 6:00 de la mañana y apenas una hora más tarde por fin pude abrazar a mi hija. Describir con palabras el torrente de sensaciones y sentimientos que sentí es imposible, solo puedo expresar la nitidez con la que se me quedaron grabados la suavidad y el brillo de su piel, su olor a galletas mojadas y la profundidad de sus ojos, porque en ese momento comprendí que ella también me estaba esperando.
Después llegaron las primeras veces, los primeros biberones, los primeros juegos y día a día esa hija mía me enseñó a ser madre.
Mientras regresábamos a España y ella dormía en su cunita del avión no podía dejar de pensar en la historia de pérdidas que nos había unido. Yo perdía cosas que aquí no se cuentan, ver por primera vez su carita, su primera sonrisa... y ella, ella tanto; sus olores, sus sabores, su idioma, la posibilidad de vivir con quienes la engendraron, su herencia cultural. Pero allí estábamos las dos, una frente a otra unidas por un lazo invisible que va más allá de la sangre.
Ya ha pasado más de 4 años desde su llegada y su cuarto, como tantas veces imaginé, se ha llenado de risas y de toda la luz que ella desprende iluminando todo lo que tocan sus manos pequeñas y morenas.
No hay noche que no siga entrando en su cuarto mientras duerme para darle las gracias por todo lo que me ha dado y para decirle que siempre, pase lo que pase estaré junto a ella.

Por ello estas letras están dedicadas a ti, Raquel Belareti , mi hija, tan distinta pero tan igual a mí.